domingo, 8 de enero de 2012

- OCHO -

La aparición del Dragón y su negativa a responder ante cualquier palabra, cuidado o estímulo procedente de mis ganas de conocer, se plantea como la antesala de una montaña rusa emocional que tentaría a cualquier Hada...

Y ahí es donde una se pierde por completo, cuando dejas tu vaso de Gin Tónic apoyado en la roca, para no perder el contenido y decides subirte a esa montaña rusa para vencer el vértigo de amar, por el simple placer de disfrutar de la caída con toda su connotación filosófica y por rendirte sin condiciones a un capricho del azar....
Y a ver si así encuentro las respuestas a su aparición.

Vuelvo varias veces al lugar donde lo encontré, o donde me encontró, eso ya carece de importancia. Intento comprender y ni siquiera una lectura estelar, ni de las líneas de la mano me da pistas de lo que calla. Quizás sea mejor no saber y que pase lo que tenga que pasar, que a mi me da lo mismo.

Perdida como un perro voy, en busca de aventuras. Perdida sin saber quien soy, en la montaña rusa.

Quizás, con el Gin Tónic y mis ansias de magia, pretendía cambiar el mundo y tal vez ese mundo me ha cambiado a mi. Y hubo momentos en los que me hundí en sus silencios hasta alcanzar la misma conclusión, que aunque a veces me pierde el corazón, no soy ninguna santa y me paso de la raya. Ahí interviene la razón que me dice, que entre sorbo y sorbo, se ha de respetar las decisiones de cada cual.


Perdida como un perro, en un día de lluvia. Totalmente perdida, aullándole a la luna.

Aún no sé dónde voy a ir, ni si volveré a la roca donde apareció. El Dragón sigue allí, aunque alguna cosa ha cambiado, cada vez me observa menos y se centra mas en otear el horizonte, presiento que pronto alzará el vuelo y quizás sea lo que deba hacer. Nunca hubo nada que me atase allí y deberé apearme de la montaña rusa mucho antes de lo previsto.




De la canción de Amaral "Montaña Rusa", de su trabajo "Hacia lo Salvaje".

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