sábado, 5 de noviembre de 2011

- SIETE -

El Dragón pasa por delante una sola vez, después remonta el vuelo para descender en espiral cerca de donde me encuentro y se posa lentamente sobre una gran roca. Me mira, sólo me mira.
No sé qué hacer ni como actuar. Todo lo aprendido desaparece y se convierte en espectación, quiero saber.
Espero un gesto, un movimiento, pero no obtengo nada. El Dragón mantiene su vista fija en mi, pero es como si escrutase al infinito, al vacío, ni siquiera sé si me está viendo.

Cada Hada tiene sus propios recursos para enfrentarse al mundo que la rodea y que no acaba por reconocer su existencia, en mi caso particular me sirven los Gin Tónics y hablar. Hablar con las personas hasta creer conocerlas, dejar que me cuenten sus propias historias para conformar la mía, hablar de los deseos, los sueños, intentar explicar la vida con palabras, transmitir los mensajes que quiero enviar o recibir, dotar a los sentimientos de sentido literario, compartir momentos entre prosa y verso, hablar para saber, para explicar, para razonar, para enfadarme, para querer, para sentir. Hablar por el simple placer de hacerlo.

Siempre intentando no caer en la tentación del hablar por hablar, las palabras vacías no sirven y el hablar sin sentido tampoco. Alguien que puede expresar un sentimiento con palabras, también entenderá una mirada o un silencio, sin necesidad de ponerle nombre.

Mi Dragón sigue en su roca, impasible, silencioso. Decido empezar a hablarle, quizás consiga hacerme entender. Le relato la leyenda del dragón que tan bien conozco, quiero saber de dónde ha surgido y porqué ahora.

Cuando una Hada habla y no se la escucha, alguna cosa se muere dentro de ellas, y no es porque lo que tengan que decir sea más o menos importante que cualquier otra cosa que sea susceptible de ser dicha. Es solo, porque cuando una Hada se decide a hablar es porque intenta transmitir alguna cosa, intenta transmitir mediante las palabras alguna cosa que ya se ha gestado en su corazón (ahí nacen las palabras), con la perspectiva de llegar a otro corazón. Hablar de corazón a corazón no es fácil, porque las personas escuchan con el sentido del oído, sintetizan con el conocimiento, perciben con el alma, y llegan a comprender con el corazón, y el camino del mensaje, a veces, es demasiado largo.

Hay quien escucha pero no entiende. Hay quien siente, pero no retiene. Hay quien, simplemente, no escucha  y cualquier mensaje le supone una ardua tarea de descifrado y comprensión.

Acabo mi relato y el Dragón sigue mirándome sin verme. No emite casi ningún sonido, sólo se oye su profunda respiración, pero apenas veo su pecho ascender y descender a cada bocanada de aire que toma. Mi sorpresa inicial y después de llevar largo rato hablando, se convierte en un molesto y poco razonable enfado por no obtener respuesta. Se empieza a hacer sitio en mi interior una incipiente batalla que amenaza con enfrentar conocimiento y percepción. Lo que desconozco y estoy deseosa de que me sea explicado, comienza a tomar forma, pero solo desde un punto de vista, el mio. Y eso conlleva que nunca sea comprendido del todo.

Quisiera que me entendiese, que me percibiese. El ha decidido mostrarse, sobrevolarme y posarse en la roca, pero no consigo saber el porqué. Ni siquiera sé si me ve, si sabe que estoy allí, si sabe que no deseo hacerle daño, si sabe que yo sí quiero saber. En ocasiones, algo que se desconoce, basta con percibirlo y si se explica, pierde su esencia, pero si no es relatado también puede ser olvidado.

Me levanto muy lentamente y me dirijo al Dragón. De un simple zarpazo podría desmembrarme, deshacerme entera, hacerme desaparecer. Estoy tan cerca que percibo su calor, me acerco a menos de medio metro y donde intuyo que él pueda tener sus oídos, le susurro: - Explícame la vida...

miércoles, 19 de octubre de 2011

- SEIS -

Sentadas en un saliente de la montaña, hay Hadas que tomamos un Gin Tònic, viendo caer la tarde. Observamos las nubes, ¡nos encanta!. Consideramos las nubes lo más parecido a expresiones de cambios de humor de la atmósfera y los interpretamos como los del rostro de una persona. Creemos que las nubes son para soñadores y que su contemplación beneficia el alma. De hecho, las Hadas que consiguen encontrar formas fantásticas en ellas, se acaban ahorrando muchísimas facturas en psicólogos...

Además, se las considera poesía en estado puro de la Madre Naturaleza y uno de los mas igualitarios de sus despliegues, ya que todo el mundo puede disponer de una estupenda vista de ellas. Y desde mi montaña preferida se tiene una magnífica perspectiva.

Lo que quizás no sea tan frecuente, ni para una Hada ni para el resto del mundo, sea toparse con un Dragón.

La única historia sobre dragones que me creí siendo niña, fue la que leí en un viejo libro sacado a escondidas de la biblioteca de mi abuela. Ella seguro que también era un Hada, pero en aquellos tiempos no se tenía mucho tiempo de pensar en lo que una era, sino en lo que no se tenía que ser.
Aquella historia narraba con un extraordinario color y dramatismo...


"Y apareció en el cielo una bella mujer revestida de Sol, con la Luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza. Estaba embarazada y gemía de dolor porque iba a dar a luz. Entonces apareció en los cielos un enorme dragón rojo como el fuego. Con ojos de furia y hielo. Su cola arrastraba mil millones de estrellas del cielo y las precipitó sobre la Tierra. El Dragón se proponía devorar al hijo de la mujer en cuanto naciera. 


Pero la mujer alumbró una niña, tan hermosa y blanca que el dragón se cegó con su visión y el hielo de sus ojos se convirtió en un manantial de luz que ascendió a la recién nacida hasta su lomo. 
Allí la acunó y la cuidó, mientras su madre, asustada huyó a las montañas, donde fue alimentada y protegida el resto de su vida por los ancestrales seres que entonces las habitaban. Tiempo después se sabría que los celtas, considerarían al dragón como una divinidad de los bosques, cuya fuerza podía ser controlada y utilizada por sus magos.


Entonces, se libró una batalla en el cielo por recuperar a la neonata y los ángeles combatieron contra el dragón que, presuntamente, fue vencido y expulsado del cielo. 
En el mítico combate el dragón asumió dos roles, el de luchador contra la ignorancia de los hombres que lo creían un devorador y el de guardián de su protegida, lo que finalmente, llevaba a una sola intención, la que había esperado durante tanto tiempo como ser cósmico: la que implicaba la muerte para el nacimiento de un nuevo orden, la reinvención de la percepción del Universo y el descubrimiento de un lugar sagrado.


La niña jamás apareció y hay quien asegura que aún a día de hoy, una hermosísima mujer, con cabellos color del sol y vestido de luz de luna, custodia que las estrellas luzcan, vigilada de cerca por su dragón guardián. Y sólo de vez en cuando, él la deja pasearse sobre la Tierra donde la trajo al mundo su madre, para recordarle la fragilidad de aquello que iluminan las estrellas que ella cuida."

Sentada en un saliente de la montaña, con la copa a medio vaciar...recuerdo aquella historia y comienzo a pensar que para llegar al lugar donde vivo, una de las rutas para acceder a él, atraviesa toda una colección de dragones dormidos que con los años, han pasado a ser rocas del paisaje y ya casi nadie se fija en ellas. Sólo los niños.

Por lo que quizás no sea tan extraño el haberme parecido ver a uno de ellos sobrevolando la zona donde me encuentro. Decido apurar mi copa, nunca jamás un Hada tiraría lo que le queda de un Gin Tónic, sólo por haber creído imaginarse algo...y me concentro en el paisaje, el paso lento de las nubes y el matiz de colores que estas van adquiriendo con la caída del Sol.

Estoy a punto de marcharme por culpa del frío de otoño, que juguetea con mis ganas de prepararme otro Gin Tónic para entrar en calor, es entonces, cuando lo veo. A él, al Dragón...




miércoles, 21 de septiembre de 2011

- CINCO -

Cuando las Hadas no pueden dormir, y eso suele suceder con frecuencia, no emplean su magia para conseguirlo. Ocurre que en esos momentos de insomnio, a veces no consiguen dormirse en un rato, otras veces no lo consiguen durante horas, es cuando los pensamientos del día toman forma.
Es entonces, cuando surgen las respuestas. Y si no son las que buscaban, siempre son las que indican el camino.

Conozco una Hada, una Hada que está empezando a serlo y todo cambio requiere de su tiempo de transición, que de niña perdió su mascota, una foca de peluche que la acompañaba a todas partes. Un día desobedeció una orden paterna y la llevó con ella. La perdió. Nunca más la volvió a encontrar y aún la buscó muchos años después, sólo que el juguete se convirtió en unos estudios, un trabajo, unas amistades y unas relaciones que buscaba y jamás acababa de encontrar lo adecuado para ella.

Una noche de insomnio, preparándose un Gin Tonic, esta vez con lima en vez de limón, la proporción justa de ginebra y una tónica en formato sifón -ella si que sabía como preparar un estupendo Gin Tónic-, decidió liberar a su peluche y pensó que a lo mejor no lo había perdido, sino que le había dado la oportunidad de tener una nueva vida, pensó que quizás alguien lo había encontrado y su foquita había acabado acunada en los brazos de otra niña que la necesitaría durante un tiempo, el mismo que ella la había disfrutado.

Con esos pensamientos infantiles y de fábula empalagosa, al quinto sorbo de su Gin Tónic, las cosas y sus propios recuerdos ya no parecían tan importantes, sólo eso, recuerdos. Y los recuerdos pasados, como las historias, están para ser recordados, no para refugiarte en ellos.

El único refugio válido es la historia que vives en ese momento, es entonces cuando puedes refugiar tus sueños e ilusiones en ella. Esa noche la Hada lo entendió y al acabarse el Gin Tónic, pudo dormirse.
Desde entonces el insomnio ya no le da miedo y es algo que podrá transmitir a cuanta Hada se cruce en su camino a lo largo de su vida.

Cuando las Hadas no pueden dormir, y eso suele suceder con frecuencia, no emplean su magia para conseguirlo. Invierten ese momento en buscar respuestas, en desenredar los hilos que tejen sus momentos, en repasar los errores cometidos para aprender de ellos, en desgranar las palabras que han utilizado para dirigirse a las personas cuando no han obtenido una sonrisa como respuesta.

Invierten el tiempo que precede al sueño que acabará por llegar, en conocerse un poquito más. Mas adelante lo van a necesitar.

viernes, 9 de septiembre de 2011

- CUATRO -

Y hablando de intuición...
Es un rasgo característico de quien se acaba de transformar, incluso de quien está apunto de hacerlo.
Las mujeres tenemos la jodida y extraordinaria capacidad de darle millones de vueltas a las cosas que nos suceden, y con el paso del tiempo algunas hemos perfeccionado el estilo y somos capaces de conseguir auténticos bucles y hasta espirales alucinógenas con los pensamientos que estas nos generan.
Al convertirte en hada desarrollas la intuición, y se da un sensible cambio que te permite controlar la facultad de comprender las cosas al instante, coloquialmente hablamos de presentimiento. Una hada filósofa te hablará de conocimiento inmediato y de lo que es evidente. Una hada esotérica te explicará que posee capacidades extrasensoriales y, en algunos casos telépatas. Otras, te hablarás de meditación. Todas tienen razón.

Yo prefiero creer que una mezcla de todas estas cualidades puede darse siempre y cuando en tu vida anterior, en la vida en la que eras una mujer normal, antes de transformarte en hada, hayas sufrido mucho y muchas veces. Sólo el dolor activa la energía necesaria para la transformación. El dolor, la pérdida, la traición, el engaño o la decepción por poner algunos ejemplos son los detonantes y las semillas del cambio.
También las propias ganar de cambiar juegan un papel fundamental, pero eso ya es otra historia. Después de la muerte, el cambio es lo que mas miedo nos da.

Me preparo un Gin Tónic trasnochador y volvemos a la capacidad de intuición que desarrollas cuando te conviertes en una hada...a veces el Gin Tónic me hace perder los papeles...otras, el hilo de la historia...

La intuición como tal, es algo de lo que siempre nos hemos sentido especialmente orgullosas todas las mujeres, la capacidad de preveer lo que creíamos que iba a suceder en un momento dado. Nada que ver con lo que sucede cuando adquieres realmente esa capacidad. Entonces todo se vuelve del color de la lluvia. ¿Y que color tienen la lluvia?. El que tu quieras darle.
Color de lluvia de verano, de tormenta huracanada, de lluvia primaveral, de ráfagas de agua descontroladas, de lluvia que limpia el ambiente, de finas gotas cayendo en un día de sol, de cortinas de lluvia gris y espesa, de lluvia que tal como viene, se va.

Entonces comprendes que lo que no es, es porque no ha de ser y ya ni luchas, ni te enfadas, ni te enfrentas. Y la lluvia eres tu. ¿Resignación?. No, control. Control de tu capacidad de decisión sobre qué quieres que te suceda y con quien. Quizás con un poquito de suerte y un par de Gin Tónics más,  la intuición me lleve a comprender porqué me he tenido que convertir en hada en este preciso momento.

lunes, 5 de septiembre de 2011

- TRES -

Las hadas nos enamoramos tantas veces como nos lo permiten las historias que vivimos. No siempre una historia conlleva enamorarse, pero la mayoría de las veces, un  amor trae consigo una historia. A veces la suya propia que se mezcla con la nuestra. Otras veces, ese encuentro propicia la construcción de una nueva historia y así sucesivamente. ¿No ha quedado claro ya que me alimento de historias?. Al convertirme en hada, las historias vividas adquirieron una nueva dimensión, al igual que la importancia que yo le daba al amor correspondiente.

Las hadas jugamos, jugamos mucho y jugamos con todo, En mi caso, juego con la paciencia de creer controlar el hasta cuando ha de durar la historia, cuando lo que realmente hace la historia conmigo, es jugar al hasta donde. Luego ocurre que el ritmo del olvido es directamente proporcional a la importancia que le haya dado a lo olvidado. En las medidas pasa como con todo, que si te quedas corta o te pasas, el resultado no es el deseado. Con los Gin Tónics pasa igual, un exceso de una de las partes o el defecto de las mismas, hace que su sabor varíe desproporcionadamente.

A veces, el misterio está en la misma mezcla. Y el misterio en ocasiones, no es mas que el lado oscuro de lo cotidiano y de la frecuencia. Incluso la mas excitante de las historias o tomarte muchas copas puede desembocar en pura rutina.

Las hadas, una vez hemos aceptado en lo que nos hemos convertido, estamos hechas principalmente de historias, de nuestras historias. Son las que nos configuran como individuas de la especie, lo único que nos hace diferentes y hace de nuestra vida una experiencia mágica e irrepetible. Ser capaz de vivir estas historias y de contarlas es lo que nos convierte en fantasía a ojos de los demás. Si la experiencia de convertirte en hada es lo que acabamos siendo, la intuición es lo que podemos llegar a ser.

domingo, 4 de septiembre de 2011

- DOS -

Mi vida hasta entonces pocas veces se rigió por ese destino, mas bien fue un suceso de historias entrelazadas que, muchas veces partían de un deseo, de algo que quería conseguir o simplemente vivir. Y la mayoría de las veces se fraguaban en el simple deseo. Desear a algo o a alguien era algo así como querer beberme de un trago, a parte del Gin Tónic, un pedazo de vida. Era como querer saborear lo que me estaba sucediendo de una forma apresurada y hasta el fondo, como beberte el último trago antes de que se caliente tu copa.

Esas historias exigían todo mi tiempo, toda mi energía y gran parte del amor que somos capaces de generar. Las historias sucedían y aún hoy siguen sucediéndome cuando necesito vivir dos vidas, la real y la deseada, siempre dejo que suceda así. En esos casos, siempre aparece alguien que me acompaña el tiempo que dura la historia. A veces, presiento su llegada  antes de encontrarme a esa persona, otras, simplemente aparece después del consabido escalofrío en mi espina dorsal. Siempre con nombres diferentes y siempre marcados por la misma mirada y la misma peculiaridad:  la búsqueda. Suelo tener una cierta facilidad para toparme con personas que buscan algo, que ni ellos ni yo sabemos qué es. Cuando lo que ocurre es que acabamos por encontrarlo, rara vez sucede que sea yo a quien buscaban. Si no llegamos a saberlo, la historia se alarga y dilata en el tiempo hasta diluirse poco a poco en el recuerdo de lo vivido.

Cuando la historia termina y la persona desaparece, te ahogas en la ausencia durante un tiempo y sientes que no hechas de menos a la persona que has querido, sino que hechas de menos a la parte de ti que se ha llevado con ella. Durante un tiempo, la parte que te falta prevalece y lo que mas cuesta es volver a encontrar la fuerza para poder seguir y volver a la vida que antes tenías. Podrías pasarte horas intentando encontrar una explicación a lo que has sentido, lo que has pensado o lo que has vivido. En intentar entender en qué o quien te has convertido, pero lo mas probable es que no encuentres palabras para ello. No existe ninguna palabra que puedas utilizar para dirigirte a ti y darte a entender que la historia vivida y su mezcla de sentimientos y pensamientos, sólo te dejan una sensación para que cada vez que la vuelvas a sentir, te ayude a comprenderlo todo.

Cuando te conviertes en hada, y eso nos pasa a muchas mujeres, lo que ocurre es que no estamos atentas a la transformación, empieza a ser un poco mas fácil aceptar que la consecución de historias no es mas que una forma de mantenernos en equilibrio con el mundo. Un mundo que, hasta la fecha, todavía cuestiona nuestra existencia, nos sigue encasillando en cuentos fantásticos y que le dice a sus pequeños que no existimos. Un mundo que no se ha parado a mirar que hay en el fondo de una copa de Gin Tónic.

sábado, 3 de septiembre de 2011

- UNO -

Las hadas no beben néctar de flores, ellas beben Gin Tónic. También cerveza, litros y litros de cerveza. A veces beben hasta no poder mas. Después mueren para renacer de nuevo y seguir bebiendo.
Al menos, todas las hadas que conozco hacen así. Lo sé porque yo soy una de ellas.
Empecé a ser una hada pasada la treintena. Antes fui princesa, acróbata, puta, actriz y ladrona, y no precisamente por este orden.
A los 28 se me rompió la vida y a los 33 afloró con una fuerza estremecedora la hada que habitaba escondida bajo mi piel. Me sobrecogió intentando ahogar mis ideas preconcebidas, cuestionando mis principios y batallando por rasgar mis hipócritas vestiduras.

El proceso empezó, primero sutilmente, muy despacio, y a golpe de predecir situaciones, acontecimientos y sucesos sencillos. Sorprendiéndome sabiendo de antemano qué sucedería a los pocos minutos de haber tenido un pensamiento o una presunción.
A veces me quedaba en blanco, embobada, mirando a la nada, poco antes de que apareciese por la puerta justo la persona en quien estaba pensando.
Otras veces, un airecillo frío se instalaba en mi nuca o subía por mi espalda, anunciando una oportuna llamada telefónica o una visita inesperada en casa.
Y, en ocasiones, me bastaba con desear alguna cosa, para conseguirla de inmediato.
Es el destino, solía pensar. Pero, hasta la fecha el destino había sido conmigo caprichoso, impredecible e incluso decepcionante. Nunca nada era lo esperado, ni mucho menos lo deseado. Aunque, también hasta la fecha, frecuentemente había sido lo conveniente.

(Voy a prepararme un Gin Tónic y sigo en un ratito...)